El «Reshoring»

El reshoring es una tendencia cada vez más habitual, especialmente entre las empresas que habían optado por la deslocalización de parte o toda su producción hacia países emergentes.

También conocido con el nombre de backshoring, el reshoring, se basa por lo tanto en el retorno al país de origen de los procesos productivos anteriormente deslocalizados, algo que ocurre en Estados Unidos, en el transcurso del tercer año de la pandemia de coronavirus.

A pesar de que el gobierno de Joe Biden creó en junio de 2021 un equipo de trabajo especializado para atajar la crisis que se generó cuando la pandemia afectó el ritmo del flujo del comercio internacional, aún hay una gran cantidad de productos que difícilmente se pueden conseguir en las tiendas del país del norte.

Muchos minoristas alrededor del país siguen reportando dificultades a la hora de mantener suministros suficientes para satisfacer la demanda de todo tipo de artículos: desde consolas de videojuegos hasta muebles, pasando por ropa, comida y hasta automóviles.

Pero, dado que la mayoría de los problemas de escasez radican en la dependencia de las compañías en producir partes -o en ocasiones todo el producto- en otras latitudes, algunas empresas están buscando volver a traer la producción a las fábricas del país.

 

Volver a los 90

«Si se mira para atrás en el tiempo, por ejemplo, en los 90 muchas de las computadoras, ropa y muebles se fabricaban en Estados Unidos», rememoró el profesor Willy C. Shih, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard.

«Si se lo compara con 2010, la producción de muchas de esas cosas ya se había ido al exterior porque era más barato», agregó.

Con la globalización, muchas compañías se dieron cuenta de que podían fabricar sus productos en países asiáticos como China, Vietnam o India, donde los salarios son mucho más bajos, para luego importarlos y venderlos en el gran mercado norteamericano. Es lo que los economistas conocen como «offshoring».

Esto llevó a que, durante la década de los 2000, la economía estadounidense perdiera un número alarmante de puestos de trabajo.

Según un reporte publicado en 2014 por un grupo de profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Estados Unidos perdió aproximadamente entre 2 y 2,4 millones de trabajos entre 1999 y 2011 debido al incremento de las importaciones de China.

«Desde entonces, el fenómeno del offshoring, particularmente a China, disminuyó a medida que la economía del gigante asiático creció y con ella los salarios de sus empleados», explicó el presidente de Reshoring Initiative, Harry Moser.

«Los salarios en China han estado creciendo entre 10 y 15% al año durante la mayor parte de los últimos 20 años», contó Moser.

«Así que incluso desde antes del covid-19, antes de la guerra comercial, los puestos ya se estaban yendo de China», continuó.

«Y aunque muchos de esos trabajos se fueron a sitios más baratos como Vietnam, Camboya o incluso México -agregó Moser-, un 15% de lo que se estaba yendo de China estaba llegando aquí», puntualizó.

 

Trump, pandemia y otros factores

El reshoring vio una subida en 2017, cuando el gobierno del entonces presidente Donald Trump anunció un paquete de medidas para incentivar la producción nacional. Pero tuvo un efecto breve.

La tasa de reshoring y de inversión extranjera directa aumentó en 2017 impulsada por las medidas regulatorias y fiscales de Trump, pero luego cayó en 2018 y 2019 debido a las incertidumbres generadas por la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China. Y más tarde, en 2020, volvió a crecer impulsada por el coronavirus.

El presidente, Joe Biden, busca incentivar el reshoring para resolver los problemas en las cadenas productivas.

Según el estudio anual que conduce la Reshoring Initiative, que aboga por impulsar el reshoring en Estados Unidos, en 2020 las empresas anunciaron que 160.649 puestos de trabajo regresarían al país o se crearían como efecto de inversión extranjera directa.

«Empezamos a ver producción de equipamiento médico de protección, vendiendo todo tipo de elementos relacionados con el covid-19. Tenemos decenas de miles de trabajos que retornan porque al menos 1.000 compañías empezaron a fabricar este tipo de elementos», señaló Moser.

Y aunque en 2021 la necesidad de elementos médicos de protección disminuyó, el reshoring aumentó un 36%, lo cual se vería reflejado en la creación de 220.000 puestos de trabajo.

«Aunque la demanda ya no era tan alta y China estaba empezando a inundar el mercado con productos baratos, otras industrias vieron lo que pasaba en la industria médica y dijeron ‘tenemos que hacer algo parecido'», ahondó Moser.

Además, el reshoring se convirtió en un punto clave para el gobierno de Joe Biden. La orden ejecutiva que el mandatario firmó en 2021 para intentar solucionar los problemas de suministro en el país pedía recomendaciones que «vuelvan a traer las cadenas de suministros al país y desarrollar suministros nacionales».

«Para hacer nuestras cadenas de producción más seguras hagamos en Estados Unidos, lo que estamos vendiendo en el país para que no estemos en riesgo de las cadenas productivas extranjeras y las demoras en envíos, y de paso, consigamos que más estadounidenses tengan trabajos con salarios más altos», aseveró Biden en enero.

 

Impulso de la producción nacional

Durante 2021, algunas de las compañías más grandes estadounidense hicieron anuncios de inversiones multimillonarias para impulsar la producción nacional.

General Motors (GM), una de las compañías automotrices más importantes del país, anunció una serie de inversiones enfocadas en «construir una cadena de suministros fuerte, sostenible, escalable y enfocada en Estados Unidos», según Shilpan Amín, la vicepresidente de compras globales y cadenas de producción de GM.

Dentro de los anuncios está la construcción de una nueva fábrica de imanes, una planta para procesar materiales para las baterías de los autos eléctricos y un acuerdo a largo plazo para incrementar la extracción y producción de materiales raros en el país.

De la misma manera, Toyota North America anunció que inició la construcción de una planta de baterías en Carolina del Norte, que comenzaría producción en 2025 y emplearía a más de 1,800 personas.

Un portavoz de la compañía indicó: «Nuestras inversiones en Estados Unidos y América del Norte son a largo plazo. Y haciendo vehículos en el lugar donde los vendemos apoyamos a los proveedores y a las economías locales, incrementamos nuestra inversión general, nos protegemos de fluctuaciones en el mercado cambiario y construimos para nuestros clientes».

De la misma manera, Intel, la compañía fabricante de microprocesadores, también anunció la intención por incrementar la producción de microprocesadores en Estados Unidos.

El pasado 21 de enero anunció que construirá lo que podría ser la fábrica de microchips más grande del mundo en la población de New Albany, Ohio.

Durante el anuncio, hecho en la Casa Blanca, el presidente Biden afirmó: «Los trabajadores estadounidenses van a marcar todo lo que se pueda ‘Made in America’, especialmente estos chips de computadoras».

Ese anuncio le sigue al hecho en 2021 sobre la construcción de dos nuevas plantas en Arizona las cuáles tendrían una inversión cercana a los US$20.000 millones.

El presidente de Intel, Pat Gelsinger, sostuvo durante el anuncio de Arizona, las inversiones, que podrían alcanzar un total de US$100.000 millones, se hacen con el fin de «tener mayor resiliencia en la cadena de suministros».

 

«Nearshoring», la otra opción

El profesor Willy C. Shih, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, y el presidente de Reshoring Initiative, Harry Moser, creen que esta es una «oportunidad dorada» para países como México, los cuales pueden recibir la producción que salga de los países asiáticos, a precios similares, y sin los problemas de incurrir en los gastos de envío que implica un barco.

El término de traer fábricas a países cercanos al país consumidor se conoce como «nearshoring».

«Creo que Latinoamérica tiene grandes oportunidades y creo que México tiene mucho que ganar si sus políticas no envían esto por el camino equivocado», apuntó Shih.

«Y hay otros países en Sudamérica donde creo que esto sería una gran oportunidad, especialmente para cosas como zapatos, ropa y ensamblaje de electrónicos», agregó.

Moser, en tanto, aseguró que incluso se siente «decepcionado» al ver que la economía mexicana no experimenta un crecimiento estelar.

«Me encantaría ver a México tener un ‘boom’ en la fabricación. Para que los mexicanos tengan una mejor vida, para que los salarios en México crezcan como crecieron en China», subrayó.

«En vez de hacer más en China y enviarlo a Estados Unidos, ¿por qué no importar menos de China y hacer estas cosas en México? Si lo ves los salarios son más bajos que en China y puedes tener toda la tecnología que quieras», finalizó.